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9.8.23

Me gusta saber que no estás loco por mí
y que yo no estoy loca por vos,
que el pesado globo terrestre
no se derrumbará bajo nuestro pies.
Me gusta que pueda ser ridícula y desenfrenada
sin temerle a las palabras,
que no tenga que sonrojarme
cuando se rocen nuestras manos.

Me gusta que puedas abrazar
a otra mujer delante de mí
y que no me mandes al infierno
por besarme con otro.

Y que no me llames cariñosamente
en la noche ni en el día.
Y que nunca, en el silencio de una iglesia,
nos cantarán el Aleluya.

Con la mano en el corazón te doy las gracias

por amarme tanto sin saberlo siquiera,

por mis noches tranquilas,
por los escasos encuentros
y los no paseos bajo la luna,
por el sol que no existe encima de nosotros,

por no estar loco por mí,
por no estar yo loca por vos.

Marina Tsvietáieva






Comediante 4

Ya no te necesito, 

y no es porque no contestaras

a vuelta de correo, cariño.


Ni por saber que estas líneas,

escritas con tristeza,

las leerás entre risas.


(Escritas por mí a solas -

¡y sólo para ti!- ¡por vez primera!

con alguien las descifrarás).


Ni porque rozarán

los rizos tu mejilla -¡Soy maestra

en leer acompañada!


Tampoco porque a un tiempo

suspiraréis inclinados

sobre las mayúsculas desvaídas.


Ni porque caerán a la par

vuestros párpados -es difícil

mi letra- ¡y en verso, además!


¡No, amiguito! -Es más fácil,

es peor que un enfado.


Ya no te necesito-

porque... porque-¡Ya no te necesito nunca más!


Marina Tsvatáieva




16.7.23


"Amor mío, no te quiero por vos ni por mí, ni por los dos juntos, no te quiero porque la sangre me lleve a quererte, te quiero porque no sos mío, porque estás del otro lado, ahí donde me invitás a saltar y no puedo dar el salto, porque en lo más profundo de la posesión no estás en mí, no te alcanzo, no paso de tu cuerpo, de tu risa, hay horas en que me atormenta que me ames (cómo te gusta usar el verbo amar, con qué cursilería lo vas dejando caer sobre los platos y las sábanas y los autobuses), me atormenta tu amor, que no me sirve de puente, porque un puente no se sostiene de un solo lado".


Cortázar.




Estamos tan intoxicados uno del otro

Que de improviso podríamos naufragar,

Este paraíso incomparable

Podría convertirse en terrible afección.

Todo se ha aproximado al crimen

Dios nos ha de perdonar

A pesar de la paciencia infinita

Los caminos prohibidos se han cruzado.

Llevamos el paraíso como una cadena bendita

Miramos en él, como en un aljibe insondable,

Más profundo que los libros admirables

Que surgen de pronto y lo contienen todo.


ANA AJMÁTOVA





No te diría

"bésame"

ni te llamaría amor,

no buscaría

(siempre)

tu mano fría

en este invierno

mío,

pero verás,

aún tengo algo guardado,

algo nuevo por entregar:

quiero olvidarme de todo...


contigo.







 


"Liberarse del cautiverio del amor, quemarse como una vela, derretirse en amor, fundirse con el amor".





 

"Algún día te escribiré un poema sin pájaros, sin fuentes, un poema que eluda el mar y que no mire a las estrellas".






15.7.23

"Tus labios de sol de cinco de la tarde son ya una nostalgia inmensa en mi alma, en ésta alma.                                                   


Su rociado brillo crepuscular recorre una maliciosa invitación a hurgarlos.                                                                                                                                                                               Salvo por tu presencia autoimpuesta en la otra orilla y en el sétimo continente de tu ser sin mí, tan solo serán platónicos; y, tal vez profanados en la más pura inocencia oscuridad imaginada por Onán.  

                                                                                

Afuera: los árboles, la plazuela con baldosas azules, los cafés, los silencios incomodos y la conversación sarcástica de las películas bobas que nunca serán nuestras.


Para nosotros Anna Karina a Godar o Harriet a Bergman, pero siempre pierdes mientras caminamos en ese mensurable  ascenso de gradas de cantería marchitándose. 


No hallaré tus labios jamás".









Verdor sobreviviente en mis escombros:


en mis ojos te miras y te tocas,


te conoces en mí y en mí te piensas,


en mí duras y en mí te desvaneces.



Octavio Paz.




 "Puede que un hombre y una mujer estén más cerca el uno del otro cuando no viven juntos y simplemente saben que existen y que están agradecidos por existir y por saber el uno del otro. Y sólo con ésto les basta para ser felices".


Milan Kundera.



2.3.22

INSTRUCCIONES PARA AMAR A UNA PERSONA…


Pósese justo frente a la persona que se quiere amar. Mírela a los ojos, sonría delicadamente, no exagere. Haga lento el abrir y cerrar de ojos: baje lentamente los párpados, súbalos de igual forma. Así durante todo el procedimiento. Tome lentamente su cara y acérquela a la propia; inmediatamente verá la fusión de labios. Con suavidad, abra la boca y mezcle las lenguas, manteniendo las manos sobre la cara. Luego de algunos segundos sentirá una reacción química que liberará energía calórica, pero no se precipite, prosiga con las instrucciones. Tranquilamente aparte las manos de la cara del ser amado, deslizándolas suavemente por los hombros hacia abajo, hasta llegar a la espalda. Abrazar fuerte. Continúe con los procedimientos anteriores, verá que no experimentará ninguna dificultad para realizar estos pasos al mismo tiempo. Relaje las piernas y los brazos, sosténgase de pie sobre la persona que se quiere amar, verá que es el mejor soporte posible. Apague o disminuya la luz, el ambiente será más tranquilo. Aproxímese a una cama, preferentemente hecha sólo de sábanas. No se preocupe por las almohadas, sus propios torsos cumplirán esa función perfectamente. No se apresure, póngase, despacio, en posición horizontal, guíe al amado a ponerse en la misma posición, de manera que los dos queden acostados y de costado, mirándose una vez más. No deje nunca de abrazar. En silencio, recuéstese sobre el torso ajeno y déjese reposar un buen rato. La oscuridad le dará una sensación muy pacífica de la realidad y limitando la visión y el oído, podrá disfrutar de los sentidos que suelen dejarse relegados: el tacto, el olor, el gusto. Mantenga el abrazo, pero no se quede dormido, el sueño bien podrá experimentarse despierto. Admirar todo lo que guste, deleitarse con las más inocentes excusas, detener el tiempo mientras se ve a la persona amada hacer algo tan simple como hablar, fruncir el ceño o jugar infantil y tiernamente con un peluche. Agregue dulzura a gusto. Añada sonrisas, payasadas y bromas (las lágrimas no hacen mal si están medidas en proporción y están bien batidas con amor), regalos insignificantes como un beso en un momento inesperado o un papel escrito a las apuradas. Pueden ser valorados más que una joya.


Consejo: las caricias y besos extras a lo largo de todo el procedimiento producirá un mejor efecto y mejor resultado. No olvide las miradas.


Secreto: Esta receta es especial para noches de lluvia; el sonido de las gotas rompiendo el silencio conforma una atmósfera imperdible.


Julio Cortázar.






¡OJALÁ TE ENAMORES!...


¡Ojalá te enamores! dicen y maldicen.


¡Ojalá te enamores! digo yo. 

Y no es sólo una sentencia, es además un deseo.


¡Ojalá te enamores y sientas el deseo descontrolado de recorrer las calles mojadas yendo de la mano, de noche, sonámbulo y ebrio! ¡Desconcertadamente feliz!


¡Ojalá te enamores y no sepas qué hacer! Que sientas el alma bellamente desgarrada y desees que cada girón sea unido sólo por una persona en el mundo, sólo una. Aquélla persona que pueda desnudarte con sólo pensarlo, y que el despojo no te inunde de frío.


¡Ojalá te enamores y no puedas con eso! Que cada rincón de tu memoria sea habitado por un solo pensamiento, y que aquellos que huyen en otra dirección no encuentren el rumbo si no es con la guía de quien todo lo abarca.


¡Ojalá te enamores! y sientas que no es posible estarlo si no es con la proyección vital del deseo, que no concibas la vida si no es reflejándote en otra mirada y otras manos.


Pero enamorarse no es para cobardes y convivir con dicha maldición no es para necios.


Enamorarse sólo es para aquellos que pueden con un destino atravesado, para aquellos que lleven un escudo y un carcajada por las dudas, y que por las mismas dudas pueden dejarlo en tierra.


Enamorarse es para hombres comunes, esos que van vulnerables por la vida y que cuando es necesario, se la juegan por el suspiro de una mujer que baila. Enamorarse es para aquellos a los que no les incomoda ser espectadores, a sabiendas de que pueden ser protagonistas con sólo quererlo.


Enamorarse es para quienes pueden correr bajo la lluvia sin que las gotas los mojen, solo movidos por la pulsión de subirse a un tren que los espera…


Enamorarse, en fin, no es para cualquiera. Sólo unos pocos pueden con tamaña maldición.


¡Ojalá te enamores. Y no puedas con eso. Y que corras hacia el tren bajo la lluvia. Y no te mojes.......!


Anónimo

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DESCALZA


No hay nadie más que tú y yo

en esta casa de la península.

El mar lleva un cencerro en el ombligo

y yo soy tu sirvienta descalza

por una semana entera. ¿Quieres un poco de salame?

No. ¿Quieres un whisky, a lo mejor?

Tampoco. Tú no eres de beber. Tú

me bebes a mí. Las gaviotas persiguen a los peces

gritando como chicos de tres años.

Las olas son narcóticas, me llaman

Yo soy, yo soy, yo soy

toda la noche. Descalza

te camino por la espalda.

A la mañana corro por la cabaña,

de una puerta a otra, jugando a perseguirnos.

Ahora me agarras por los tobillos.

Ahora vas trepando por mis piernas

hasta que atraviesas la marca de mi anhelo.



Anne Sexton




El tigre

 

Hay un tigre en la casa 

que desgarra por dentro al que lo mira. 

Y sólo tiene zarpas para el que lo espía, 

y sólo puede herir por dentro, 

y es enorme: 

más largo y más pesado 

que otros gatos gordos 

y carniceros pestíferos 

de su especie, 

y pierde la cabeza con facilidad, 

huele la sangre aun a través del vidrio, 

percibe el miedo desde la cocina 

y a pesar de las puertas más robustas. 


Eduardo Lizalde






Manifiesto Ucrónico


Hartos de callar. Hartos de mantener ese silencio que sirve de mordaza y vuelve llevadera la injusticia. En contra de los traidores y los equivocados, de los cómplices inconscientes y de los verdugos de vocación. Contra todos aquellos que con su ignorancia o ingenuidad, o con su espaldarazo meditado y científico brindan su irresponsable apoyo al desastre. Y en contra también de los que canalizan la protesta hacia infiernitos o perfilan su crítica para distraer con minucias la generalizada inconformidad, elevamos este Manifiesto.

No nos mueve a ello ningún hecho reciente, ni siquiera la reiterada y procaz indiferencia e ineficacia que caracterizan las decisiones de este tiempo, sino la vergonzante confirmación, repetida como un delirio, de que en todos los pueblos –geográfica e históricamente revisados– predomina la sujeción, el sometimiento y la represión. Tal pareciera que un único designio gobierna el mundo desde sus inicios: oprimir al hombre, sujetarlo como a los gansos que se clavan al piso para que graznen y le crezca el hígado, o doblarlo como a una carta que se envía a la vida y que debe pasar por la estrecha ranura del buzón.

Por ello juzgamos necesario, nos sentimos obligados, reconocemos lo imperativo de suspender esta producción de paté foiegras y de vidas timbradas que desembocan en la dirección de la muerte sin otro remitente que el absurdo o la nada. Pues aunque el coro de la ortodoxia oficial ha comenzado a reconocer la crisis, y los corifeos de la disidencia se desgañiten al enfatizarla, todavía no se deja oír la voz que dé en el blanco del desastre. La voz que señale, sin rodeos ni matices, el verdadero motivo de la protesta; porque hasta hoy la insatisfacción metafísica ha sido capitalizada por grupúsculos políticos con idearios miserables que, al no proponer horizontes sucesivos hasta el infinito, sino metas mediocres más allá de las cuales se abre el acantilado de la desesperanza, frustran a los rebeldes y transforman su indignación en desgano y sus sueños en pesimismo.

Esta es la razón de quebrantar el silencio de los adormecidos o el ruido vocinglero de las estridencias políticas, y ésta la justificación que nos da derecho a tomar la palabra por todos aquellos que, como nosotros, se rasgan el vientre con un puñal japonés, se levantan el capacete del cuero cabelludo de un balazo, se arrojan al precipicio de un puente, se empastillan con cianuro, se amarran al cuello una piedra que florece en ondas sobre la espantada superficie de un lago, se tiran a la cama de una habitación perfumada con gas, se serruchan las muñecas en un baño público, se rocían de gasolina en un bosque donde se prohíben las fogatas o inauguran una desviación hacia el paisaje abierto de la barranca, o saltan al fondo del alcohol o al fondo del opio o al fondo de un recuerdo o al fondo de un libro que vale más que la vida diaria que se desperdicia.

Adquirimos el derecho de tomar la palabra –y también nuestros motivos– de la montaña de cacharros donde se han acumulando los actos sin despliegue de los temerosos, los actos que abandonan los arrepentidos, las promesas rotas y, en general, todas las acciones tronchadas por la conspiración de los vitaltraidores, pues más allá de ellos, más allá del impedimento de las estrechas condiciones reales o de la mezquindad de quien no supo, no quiso o no pudo llevar sus deseos hasta el fondo, más allá: en esa montaña de despojos donde hincamos nuestro derecho de tomar la palabra, germina la fuerza de esos actos huérfanos reclamando un protagonista que la encarne, alguien dispuesto a ponerse delante del toro desbocado de la marcha histórica, un nuevo movimiento capaz de descarrilar la inercia humana y hacer que se estrelle en el espejo de sus desatinos. Un movimiento comprometido, nada más, con el limbo imperecedero de los anhelos y los sueños incumplidos del hombre.

Nuestra oposición, en consecuencia, no puede ser parcial. Los críticos parciales, partidistas (y no se han conocido otros), cumplen un papel funcional: generan las enmiendas, los parches, los pegotes que sirven para reestructurar las sociedades; son pivotes de escape que aplazan la explosión; son reformistas que sólo atacan una ley o buscan un sistema distinto, como si la ley o el sistema no fuesen simples fragmentos de una realidad más compleja, de una totalidad completamente insufrible.

Nosotros estamos en contra de la ordenanza estúpida, del decreto perjudicial; pero también en contra de la disposición certera, de la orden correcta, pues la esencia misma del mandato es la represión.

Nosotros estamos en contra de los gorilas públicos que desde el poder asesinan y queman a los disidentes, y en contra de los gorilas privados que en un callejón arrebatan al que pasa su verdadero y único patrimonio: la vida. Pero también en contra de la muerte que acreditada como ley natural siega año con año y mes a mes a millones de seres sin reparar siquiera en la índole personal de aquellos a quienes aplasta. Estamos en contra de esa ley que pretende ostentar su ceguera como equidad cabal y no es sino la peor de las canalladas y la más grande de las injusticias. Estamos en contra de la muerte y en contra de sus más eficaces instrumentos: los dictadores que multiplican su capacidad de aniquilación desde el poder.

Desaprobamos la injusta desigualdad social, pues no sólo condena al hambre a más de las tres cuartas partes de la población del mundo, sino que agrava con las taras de la anemia el desequilibrio de una biología de por sí arbitraria que asigna a cada individuo una inequitativa dotación psicobiológica. Desaprobamos el orden genético pues, más allá de todo esfuerzo de instauración de la justicia y de cualquier intento de reparto equitativo, siempre ha desnivelado las posibilidades humanas. Nos declaramos también enemigos del racismo, del racismo con el que se agrede a todos aquellos que son discriminados por cualquier causa, pues la exclusión es una práctica universal en la que el desprecio ejerce sus infamias indistintamente contra los débiles sean negros o blancos, cobrizos o amarillos, grupos minoritarios o mayorías interminables. Nuestro antirracismo propone la inclusión absoluta, pues no es posible que siendo el universo un espacio infinito no quepa todo en un jarrito sabiéndolo respetar.

Estamos, pues, en contra del dolor y de la muerte, de la escasez de oportunidades y de la falta de libertad para poder tener muchas vidas distintas y no estar asfixiados por ninguna. Nos inconformamos ante el hecho de tener que cargar con nuestro pasado y no poder cambiarlo como quien se muda de ropa o elige otro dentífrico. ¿Por qué no todo el mundo puede hacer y vivir lo que le plazca, en lugar de tener que hacer aquello a que lo obligan y las más de las veces lo que puede? ¿Por qué sólo tenemos este remedo de vida suficiente para encender la pira inmoral de la subsistencia?

Impugnamos a los políticos que por motivos inconfesables o por ineptitud probada no han conducido a la sociedad hacia el mundo al que apuntan los suspiros utópicos.

Impugnamos a los científicos por no haber aplicado toda su ciencia en reparar las graves fallas del cosmos.

Impugnamos a los artistas y a los intelectuales que con su genio no han sabido poner o siquiera proponer un mundo hacia el que habríamos podido dirigirnos.

Impugnamos a los vendedores por no vender las claves de la vida o al menos una satisfacción duradera.

Impugnamos a los ingenieros que no hacen casas donde pueda caber toda la gente, ni los puentes para que la humanidad atraviese hacia la otra orilla.

Impugnamos a los médicos que no encuentran el remedio definitivo contra la gripe y la muerte.

Impugnamos a los barrenderos que no barren tanta indignidad y podredumbre.

Impugnamos a los obreros que no han construido el brazo de palanca ni la catapulta que podría levantarnos y, en síntesis,

Impugnamos a todos los seres humanos por su milenaria semejanza con los taxistas, pues sólo son capaces de ir al sitio que se les ordena por más que elijan la ruta más larga, la del rodeo torpe y el errar inútil.

Se ha edificado un mundo ominoso frente al que sólo quedan dos respuestas: despedazarlo hasta sus cimientos y hundirlo en el fondo de las raíces sin memoria o abandonarlo: emprender el éxodo al Mundo Ucrónico: exiliarnos en masa al inconmensurable espacio onírico que resulte de juntar los islotes de nuestros sueños individuales.

Comencemos la fuga. Sólo si universalmente desertamos del mundo real se creará un movimiento capaz de volver inoperante la inercia de un proceso histórico que a estas horas se dirige ya de modo fatal hacia el desastre. No es una convocatoria enloquecida, aunque sí exasperada. En el mundo se ha estrangulado la posibilidad de vivir y, por eso, la alternativa racional, la alternativa sana, la alternativa posible recae, por rigurosa eliminatoria, en una solución fantástica: trasladarnos en bloque a la Ucronía para fundar allí una civilización distinta.

Nadie puede tachar de utópica una salida en la que no haya empeñado todas sus fuerzas.

¡Por el triunfo de la vida y la ampliación de la esperanza!

¡Por la instauración de un mundo nuevo!

¡Por la posibilidad total de lo imposible!

¡Por la destrucción de la realidad!

¡PROHIBIDO MORIR!


Óscar de la Borbolla







INSTRUCCIONES PARA LLORAR


Dejando de lado los motivos, atengámonos a la manera correcta de llorar, entendiendo por esto un llanto que no ingrese en el escándalo, ni que insulte a la sonrisa con su paralela y torpe semejanza. El llanto medio u ordinario consiste en una contracción general del rostro y un sonido espasmódico acompañado de lágrimas y mocos, estos últimos al final, pues el llanto se acaba en el momento en que uno se suena enérgicamente.

Para llorar, dirija la imaginación hacia usted mismo, y si esto le resulta imposible por haber contraído el hábito de creer en el mundo exterior, piense en un pato cubierto de hormigas o en esos golfos del estrecho de Magallanes en los que no entra nadie, nunca.

Llegado el llanto, se tapará con decoro el rostro usando ambas manos con la palma hacia dentro. Los niños llorarán con la manga del saco contra la cara, y de preferencia en un rincón del cuarto. Duración media del llanto, tres minutos.


Julio Cortázar.




El otoño recorre las islas


A veces tu ausencia forma parte de mi mirada, 

mis manos contienen la lejanía de las tuyas 

y el otoño es la única postura que mi frente puede tomar para pensar en ti. 

A veces te descubro en el rostro que no tuviste y en la aparición que no merecías, 

a veces es una calle al anochecer donde no habremos ya de volver a citarnos, 

mientras el tiempo transcurre entre un movimiento de mi corazón y un movimiento de la noche. 


A veces tu ausencia aparece lentamente en mi sonrisa igual que una mancha de aceite en el agua, 

y es la hora de encender ciertas luces 

y caminar por la casa 

evitando el estallido de ciertos rincones. 


En tus ojos hay barcas amarradas, pero yo ya no habré de soltarlas, 

en tu pecho hubo tardes que al final del verano 

todavía miré encenderse. 


Y éstas son aún mis reuniones contigo, 

el deshielo que en la noche 

deshace tu máscara y la pierde.



José Carlos Becerra




3.8.19

El despertar



Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
y se ha volado
y mi corazón está loco
porque aúlla a la muerte
y sonríe detrás del viento
a mis delirios
Qué haré con el miedo
Qué haré con el miedo
Ya no baila la luz en mi sonrisa
ni las estaciones queman palomas en mis ideas
Mis manos se han desnudado
y se han ido donde la muerte
enseña a vivir a los muertos
Señor
El aire me castiga el ser
Detrás del aire hay mounstros
que beben de mi sangre
Es el desastre
Es la hora del vacío no vacío
Es el instante de poner cerrojo a los labios
oír a los condenados gritar
contemplar a cada uno de mis nombres
ahorcados en la nada.
Señor
Tengo veinte años
También mis ojos tienen veinte años
y sin embargo no dicen nada
Señor
He consumado mi vida en un instante
La última inocencia estalló
Ahora es nunca o jamás
o simplemente fue
¿Còmo no me suicido frente a un espejo
y desaparezco para reaparecer en el mar
donde un gran barco me esperaría
con las luces encendidas?
¿Cómo no me extraigo las venas
y hago con ellas una escala
para huir al otro lado de la noche?
El principio ha dado a luz el final
Todo continuará igual
Las sonrisas gastadas
El interés interesado
Las preguntas de piedra en piedra
Las gesticulaciones que remedan amor
Todo continuará igual
Pero mis brazos insisten en abrazar al mundo
porque aún no les enseñaron
que ya es demasiado tarde
Señor
Arroja los féretros de mi sangre
Recuerdo mi niñez
cuando yo era una anciana
Las flores morían en mis manos
porque la danza salvaje de la alegría
les destruía el corazón
Recuerdo las negras mañanas de sol
cuando era niña
es decir ayer
es decir hace siglos
Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
y ha devorado mis esperanzas
Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
Qué haré con el miedo

Alejandra Pizarnik




2.8.19

He estado sentada aquí pensando...



"He estado sentada aquí pensando en todas las cosas por las que quiero disculparme…

Todo el dolor que nos causamos mutuamente.

De todo por lo que te culpé.

Todo lo que necesitaba que fueras o dijeras.

Lamento eso. Siempre te amaré por qué crecimos juntos.

Y me ayudaste a ser quien soy.

Solo quería que supieras... que siempre habrá una parte de ti dentro de mí.

Y estoy agradecida por eso.

En quien sea que te conviertas…

y donde sea que te encuentres en el mundo…

te envió todo mi amor”.



CÓMO COSER UN CORAZÓN ROTO



Se coge aguja e hilo de un rojo intenso.

Se cose entonces uno la boca,
también los ojos,
y cuando al fin dejamos de maldecir y llorar
en silencio y a ciegas,
podemos proseguir la tarea:
una vez remendados los pedazos
se agarra fuerte el corazón,
se le baña en tequila de cuatro a ocho horas
y se le canta bajito.
Si no responde al tratamiento, descósalo de nuevo.
Tire los pedazos por la ventana,
llore como un condenado,
maldiga sin pudor con la boca abierta,
blasfeme de un modo salvaje,
invoque a todas las criaturas del averno,
implore a todos los santos
y suplique a todas las vírgenes…
Aférrese a su fe, pero endemoniadamente.
Arránquese el cabello a mechones 
y arañe fuerte su escote.
Ya verá qué pronto le late en el pecho uno nuevo,
negro, feo, arrugado y pequeñito.
Pero no se asuste... y déle tiempo;
verá como crece fuerte y hermoso 
y adquiere un color vivo y sonrosado.
Si se lo vuelven a romper,
coja aguja e hilo de un rojo intenso 
y repita el proceso.

Ana Elena Pena